Mujeres de poca fe
Doria Lamus Canavate
En la cultura popular del medioevo europeo reinaban demonios y brujas. Ellas, las mujeres, poseedoras de un legado de conocimientos preservados desde la antigüedad por la tradición oral, fueron reprimidas y sus saberes menospreciados –cosas de mujeres– y en el mejor de los casos satanizados, literalmente afiliados con el demonio.
Se trataba de aquellos antiquísimos dominios en que las mujeres, por su rol histórico de cuidadoras, aprendían y transmitían a sus herederas: plantas medicinales, remedios para todos los males del cuerpo y del alma, perfumes, pero también bebedizos, venenos, hechizos, adivinaciones. Esos saberes y sus portadoras, las mujeres, pasaron a ser temidos y reprimidos.
Brujas, pérfidas, maléficas…
La Santa Inquisición instauró entonces la caza de brujas, un sistema aprobado por Inocencio VIII, bajo el cual entre los siglos XIV y XVIII se reprimió principalmente a las brujas, "por ser más crédulas, más impresionables" y porque, además, "tienen una lengua ligera y mentirosa" y lo que aprenden se lo cuentan rápidamente a las otras. Esto está citado en un antiguo libro de Kraemer y Sprenger, llamado El martillo de las brujas, escrito en el siglo XIV. Aquellos eran tiempo de hambre y enfermedad y las mujeres tenían muy pocas opciones: hija, esposa, monja, beata o bruja. Beatas y brujas constituían la resistencia de entonces; se negaban a ser definidas y limitadas por un poder externo a ellas, masculino, patriarcal, diríamos hoy.
Dice El martillo de las brujas: “Por naturaleza tiene la mujer una fe más débil… lo demuestra incluso la etimología del nombre: Fe-mina que viene de ‘fe’ y ‘minus’ porque siempre ha tenido menor fe”.
Fémina, bruja, pérfida.
En la actualidad, hay quienes todavía se preguntan por la pertinencia de las reivindicaciones de las mujeres acerca de sus derechos, cuando las mujeres han copado casi todos los espacios en la sociedad. Tal vez no han sido informados que, hasta hace muy poco tiempo las instituciones más importantes de la modernidad (iglesia, ciencia, derecho, filosofía) negaron a las mujeres pensamiento, palabra y cuerpo. La ciencia moderna la llamó histérica y medicalizó su mente, su cuerpo y su lenguaje.
Hoy, algo de aquellos mitos medievales sobrevive en los temores que muchas personas sienten por los movimientos de mujeres que demandan derechos políticos, respeto y autonomía sobre sus cuerpos. Sin embargo algunas cosas han cambiado y estamos mejor que las iraníes sometidas a la lapidación. O las indias que, como en un reciente caso, una de ellas prefirió cambiar de sexo que someterse a un matrimonio definido por su padre. No podemos conformarnos con esto. Muchas mujeres jóvenes y niñas son hoy violentadas de las formas más viles y abominables. Por ello, no renunciaremos a la palabra.
Brujas, pérfidas, herejes, feministas…
Doris Lamus Canavate
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Doris Lamus Canavate
IEP - UNAB
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