viernes, 26 de noviembre de 2010

MUJERES DE POCA FE

Mujeres de poca fe
Doria Lamus Canavate

En la cultura popular del medioevo europeo reinaban demonios y brujas. Ellas, las mujeres, poseedoras de un legado de conocimientos preservados desde la antigüedad por la tradición oral, fueron reprimidas y sus saberes menospreciados –cosas de mujeres– y en el mejor de los casos satanizados, literalmente afiliados con el demonio.

Se trataba de aquellos antiquísimos dominios en que las mujeres, por su rol histórico de cuidadoras, aprendían y transmitían a sus herederas: plantas medicinales, remedios para todos los males del cuerpo y del alma, perfumes, pero también bebedizos, venenos, hechizos, adivinaciones. Esos saberes y sus portadoras, las mujeres, pasaron a ser temidos y reprimidos.

Brujas, pérfidas, maléficas…

La Santa Inquisición instauró entonces la caza de brujas, un sistema aprobado por Inocencio VIII, bajo el cual entre los siglos XIV y XVIII se reprimió principalmente a las brujas, "por ser más crédulas, más impresionables" y porque, además, "tienen una lengua ligera y mentirosa" y lo que aprenden se lo cuentan rápidamente a las otras. Esto está citado en un antiguo libro de Kraemer y Sprenger, llamado El martillo de las brujas, escrito en el siglo XIV. Aquellos eran tiempo de hambre y enfermedad y las mujeres tenían muy pocas opciones: hija, esposa, monja, beata o bruja. Beatas y brujas constituían la resistencia de entonces; se negaban a ser definidas y limitadas por un poder externo a ellas, masculino, patriarcal, diríamos hoy.

Dice El martillo de las brujas: “Por naturaleza tiene la mujer una fe más débil… lo demuestra incluso la etimología del nombre: Fe-mina que viene de ‘fe’ y ‘minus’ porque siempre ha tenido menor fe”.

Fémina, bruja, pérfida.

En la actualidad, hay quienes todavía se preguntan por la pertinencia de las reivindicaciones de las mujeres acerca de sus derechos, cuando las mujeres han copado casi todos los espacios en la sociedad. Tal vez no han sido informados que, hasta hace muy poco tiempo las instituciones más importantes de la modernidad (iglesia, ciencia, derecho, filosofía) negaron a las mujeres pensamiento, palabra y cuerpo. La ciencia moderna la llamó histérica y medicalizó su mente, su cuerpo y su lenguaje.

Hoy, algo de aquellos mitos medievales sobrevive en los temores que muchas personas sienten por los movimientos de mujeres que demandan derechos políticos, respeto y autonomía sobre sus cuerpos. Sin embargo algunas cosas han cambiado y estamos mejor que las iraníes sometidas a la lapidación. O las indias que, como en un reciente caso, una de ellas prefirió cambiar de sexo que someterse a un matrimonio definido por su padre. No podemos conformarnos con esto. Muchas mujeres jóvenes y niñas son hoy violentadas de las formas más viles y abominables. Por ello, no renunciaremos a la palabra.

Brujas, pérfidas, herejes, feministas…

Doris Lamus Canavate
_______________________________________
Doris Lamus Canavate
IEP - UNAB

viernes, 19 de noviembre de 2010

LA INQUISICIÓN ESTÁ (en apoyo a la diputada Alicia Gutiérrez escrachada por INTOLERANTES al presentar proyecto de Retirar imagenes religiosas del ámbito público)

Selección de nota sobre mas de un centenar de apoyos a la diputada y al Partido SI Santa Fe, manifestados por mails, notas, mensajes de texto y en el facebook Partido SI Santa Fe.Mas detalles ver en el blog:http://partidosisantafe.blogspot.com/

LA INQUISICION ESTÁ

Y tanto es así que ayer nomás emprendió cruzada contra un local del Partido SI, en la Ciudad de Santa Fe. Las noticias nos informan que un grupo cuyos componentes no fueron identificados, decidió sin consultar a sus ocupantes, poner un poco de onda en el austero frente al cual decoraron con símbolos religiosos y frases insultantes para con la diputada Alicia Gutiérrez. . Con el fin, especulamos, de infundirles el santo temor a dios en especial a la representante y a todos en general que osen apartarse del camino celestial… Nos parece.

Seguramente esta acción purificadora tendrá otras finalidades como agradar a la divinidad con un acto a su servicio, agradar a sus representantes en la tierra, recibir alguna recompensa. La forma de manifestarlo nos demuestra que el Tribunal del Santo Oficio no es una institución que haya desaparecido, que va, he aquí a sus representantes.

Le han cambiado el nombre que resulta de siniestras resonancias históricas Pero su esencia permanece y se los ve activos a los mismos. A quienes, deducimos, les resulta insoportable admitir, como la Constitución de la Nación Argentina lo impone, la libertad de conciencia, la igualdad de creyentes y no creyentes, y en consecuencia, que se retiren los símbolos de una religión de los espacios públicos. No lo permita Dios, para impedirlo estamos, han dicho mientras se persignaban y aprontaban sus enseres para la ocasión.

-Sombras. Obscuridad de pensamientos. Y desde espesos cortinados se deslizan los fanáticos. . Siempre en las sombras que son las de su pensamiento. Y donde también estarán los que instigan y arman este vandalismo grosero. No han tomado noticia que para nuestra sociedad es también este, el “El Tiempo de los Derechos “como califico acertadamente el juris filosofo Norberto Bobbio a esta época de Derechos Humanos.

–Y porque estamos legitimados por este tiempo y por nuestro derecho positivo vigente, no queremos que esa simbología nos haga sentir en una categoría distinta cuando entramos a un despacho de alguno de los tres poderes.

Y si, de poder se trata. Los autores mediatos e inmediatos, de tales actos y diatribas siguen creyendo que su poder esta por encima de los que a sociedad organiza para su gobierno. Por lo tanto les resulta natural que estos poderes terrenales exhiban la marca de su pertenencia a ese otro poder, del mas allá. O de quien sabe donde. Si se retiran esas marcas del poder absoluto y extraterrenal, dejara de ser precisamente eso. Y el poder no es una deidad ni un ángel del cielo… Implica privilegios. Esta vez terrenales. De ahí la fiereza, la intemperancia. .

Para nosotros la presencia de esos símbolos en un lugar, nos advierte que ese lugar es de la institución religiosa. Y si no pertenecemos no es nuestro. Siendo una oficina pública. Dividen. Discriminan en definitiva. Y eso no debemos admitirlo de un Estado para todos.

Esa exhibición de profesar una religión que nos adelanta el juez, el funcionario, el empleado, es innecesaria. Para quienes no profesamos ninguna interpretación religiosa de la historia de la humanidad, nos resulta casi agresivo el despacho surcado por collares religiosos, las estampas aquí y allá. Cual será el mecanismo psicológico que los justifica, lo ignoramos. .

Intentamos ponernos dentro de esas mentes que perpetraron el ataque. O de quienes lo instigaron. Vemos una hoguera Vemos al encapuchado elevando sus pálidas manos al cielo, ofreciendo cambiar fuego por horca si el insurrecto abjura.

O nos trasladamos hasta una mesa de suplicio donde la imaginación humana se ha desplegado en la ingeniosa búsqueda de métodos de confesión Y allí el gran inquisidor se asoma con el crucifico. El mismo que pintaron en las paredes del local. Acotamos que en esto de la confesión y tortura, un verdadero pionero en este tema resultó el Tribunal a la luz de nuestra propia historia.

Dentro de la comunidad católica, seguramente habrá muchos que repudian este accionar.

La obligada veneración de imágenes de un culto en un recinto adonde debemos acudir para nuestros tramites ciudadanos:Tribunales, Registros, Cajas Profesionales, para poner algunos ejemplos que resultan de nuestra experiencia - implica una imposición antijurídica, a esta altura de la evolución del derecho. ,

Algunos argumentarán que esa simbología les conforta en su menester, digamos un acompañamiento “espiritual “. .

Entonces que rara manera de imponer ese “servicio celestial.

El proyecto de retirar todo símbolo religioso de los espacios públicos menos cementerios, hospitales y lugares de similares funciones –es el resultado de un quehacer colectivo que se ha concretado en la labor parlamentaria de nuestra representante.



Los que desde diversos lugares estamos impulsando este proyecto nos solidarizamos con la diputada Alicia Gutiérrez y también con la vicegobernadora, a quien incluyeron en el recorrido

Vandálico. . Y asumimos que la agresión ha sido para todos.

En cuanto a esos fanáticos, es el tiempo del desprecio.

ANA MARIA de BENITO

Docente de la UNR

Imagenes del local Partido SI Santa Fe pintado por fanaticos religiosos, opositores al proyecto de la diputada del SI, para retirar imagenes religiosas del ámbito público


viernes, 8 de octubre de 2010

Para Dawkins, Ratzinger «es un enemigo de la humanidad»

Para Dawkins, Ratzinger «es un enemigo de la humanidad»

© Richard Dawkins
Traducción de Anahí Seri

Discurso pronunciado con motivo de la visita del Papa al Reino Unido y publicado en The Guardian.

¿Debería Joseph Ratzinger haber sido recibido con la pompa y ceremonia que merece un jefe de Estado? No. Como ha mostrado Geoffrey Robertson, la pretensión de la Santa Sede de ser considerada como estado soberano se basa en un pacto fáustico por el cual Benito Mussolini entregó 3 kilómetros cuadrados del centro de Roma a cambio de que la Iglesia apoyara su régimen fascista. Nuestro gobierno aprovechó la ocasión de la visita del Papa para anunciar su intención de «hacer la obra del Señor». Como señaló un amigo mío, presumiblemente deberíamos esperar una inminente entrega de Hyde Park al Vaticano, para cerrar el trato.
Entonces, ¿se debería haber recibido a Ratzinger como cabeza de una Iglesia? Desde luego que si los católicos, como individuos, quieren pasar por alto sus muchas transgresiones y extenderle una alfombra roja para que la pisen sus elegantes zapatos rojos, muy bien. Pero que no nos pidan a los demás que paguemos por ello. Que no se le pida al contribuyente británico que subvencione la misión propagandística de una institución cuya riqueza se mide en decenas de miles de millones; una riqueza a la cual el adjetivo «mal habida» le viene como anillo al dedo. Y que nos ahorren el espectáculo nauseabundo de la Reina, el Duque de Edimburgo y los diversos tenientes y demás dignatarios deshaciéndose en adulaciones y lisonjas como si se tratara de alguien a quien debiéramos respetar.
Al predecesor de Benedicto, Juan Pablo II, algunos lo respetaban como hombre virtuoso. Pero nadie podrá calificar a Benedicto XVI de virtuoso sin que le dé la risa. Este individuo de mirada lasciva será cualquier cosa, pero no es virtuoso. ¿Es un intelectual? ¿Un erudito? Eso se afirma con frecuencia, pero no está nada claro qué significa erudición cuando se trata de teología. Nada respetable, desde luego.
El pequeño detalle desafortunado de que Ratzinger estuviera en las juventudes hitlerianas ha sido objeto de una moratoria ampliamente respetada. Yo también la he respetado, hasta el momento. Pero después del escandaloso discurso del Papa en Edimburgo, en el que hizo al ateísmo responsable de Adolf Hitler, no puedo evitar la sensación de que ya todo vale en este combate. ¿Oyeron ustedes lo que dijo?

«Incluso en nuestra propia generación, podemos recordar como Gran Bretaña y sus líderes se enfrentaron a la tiranía nazi que pretendía erradicar a Dios de la sociedad y le negaba a muchos la naturaleza humana, especialmente a los judíos . . . Es aleccionador reflexionar sobre el extremismo ateo del siglo XX . . . ».

Es como para cuestionarse las dotes de relaciones públicas de los asesores que dieron por bueno ese párrafo. Pero claro, se me olvidaba, su asesor jefe es ese cardenal que echa un vistazo a los funcionarios de inmigración en Heathrow y llega a la conclusión de que debe haber aterrizado en el Tercer Mundo. Al pobre hombre sin duda le prescribieron una arroba de ave marías, además de su repentino ataque de gota diplomática.
En un primer momento me sentí molesto por el miserable ataque del Papa a los ateos y laicistas, pero luego lo vi como reconfortante. Sugiere que los hemos sacudido tanto que se ven obligados a insultarnos, en un desesperado intento por desviar la atención del escándalo de la pederastia.
Probablemente sería mucho pedir el esperar que Ratzinger, a los 14 años, hubiera calado a los nazis. Como católico devoto, le habrían inculcado, junto con el catecismo, la execrable idea de que todos los judíos son responsables de la muerte de Jesús, la calumnia de los asesinos de Cristo que no fue repudiada hasta el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965). La mentalidad católica alemana de la época aún estaba empapada del antisemitismo de siglos.
Hitler era católico. O en cualquier caso igual de católico que los 5 millones de personas de este país considerados católicos. Hitler nunca renunció a la fe bautismal católica, y ese sin duda es el criterio en que se basa el recuento de los supuestos 5 millones de británicos católicos. O una cosa o la otra. O bien tenemos a 5 millones de británicos católicos, y entonces también tenemos a Hitler. O bien Hitler no era católico, y entonces hay que dar una cifra honrada del número de auténticos católicos en Gran Bretaña a día de hoy; el número de los que realmente creen que Jesús se convierte en una oblea, como probablemente cree el ex profesor universitario Ratzinger.
En cualquier caso, es seguro que Hitler no era ateo. En 1933 afirmó que había «erradicado el ateísmo», tras prohibir la mayoría de las organizaciones ateas alemanas, incluida la Liga alemana de librepensadores, cuyo edificio convirtió en una oficina de información para asuntos eclesiásticos.
Como mínimo, Hitler creía en una «Providencia» personificada, probablemente similar a la Divina Providencia invocada por el arzobispo de Munich en 1939, cuando Hitler salió indemne de un intento de asesinato y el arzobispo ordenó un Te Deum especial en la catedral de Munich: «Para dar gracias a la Divina Providencia en el nombre de la archidiócesis por la afortunada escapatoria del Führer».
Tal vez nunca lleguemos a saber si Hitler identificaba su «Providencia» con el Dios del cardenal. Pero no cabe duda de que conocía a su electorado, mayoritariamente cristiano, los millones de buenos cristianos alemanes que llevaban en sus hebillas la inscripción «Gott mit uns» («Dios con nosotros»), los que le hicieron a él el trabajo sucio. El conocía la base que le apoyaba. Hitler seguro que «hizo la obra del Señor». Lo que sigue es un extracto del discurso que dio en Munich, el corazón de la Baviera católica, en 1922:

«Mis sentimientos como católico me dirigen hacia mi Señor y Salvador como un luchador. Me llevan a un hombre que una vez, en su soledad, rodeado por unos cuantos discípulos, reconoció a estos judíos como lo que eran e hizo un llamamiento a los hombres para que lucharan contra ellos, un hombre que, es la verdad divina, sobresalió más como luchador que como persona que sufre. Pleno de amor como cristiano y como hombre, leí el pasaje que nos narra cómo el Señor al final se creció en su poder y expulsó del templo a las víboras. Qué terrible fue su lucha contra el veneno judío. Hoy, 2000 años después, con honda emoción, reconozco con mayor profundidad que nunca jamás que fue por esto por lo que Él vertió su sangre en la cruz».



Este no es más que uno de los muchos discursos y pasajes de Mein Kampf en los que Hitler invoca su fe cristiana. No es pues de extrañar que fuera tan bien recibido por la jerarquía católica de Alemania. Y el predecesor de Benedicto, Pío XII, no está libre de culpa, como demostró el escritor católico John Cornwell en su desolador libro Hitler’s Pope (El Papa de Hitler).
Sería poco amable insistir más en este punto, pero el discurso de Ratzinger el jueves pasado en Edimburgo fue tan ignominioso, tan hipócrita, tan evocador de quien tira piedras sobre su tejado, que me sentí obligado a responderle.


Incluso si Hitler hubiera sido ateo (como lo fue sin duda Stalin), ¿cómo se atreve Ratzinger a sugerir que el ateísmo guarda relación con sus terribles crímenes? No, no hay relación alguna, como tampoco están relacionados con el hecho de que ni Hitler ni Stalin creyeran en duendes ni en unicornios. Tampoco tiene nada que ver que llevaran bigote, al igual que Francisco Franco y Saddam Hussein. No hay ninguna conexión lógica entre el ateísmo y la maldad.
A menos, claro está, que uno esté inmerso en la vil obscenidad que constituye el núcleo de la teología católica. Me estoy refiriendo (y le debo este punto a Paula Kirby) a la doctrina del pecado original. Estas personas creen, y se lo enseñan a los niños pequeños, al mismo tiempo que les hablan de las aterradoras mentiras del infierno, que todos los bebés nacen «en pecado». Se trata, por cierto, del pecado de Adán; de ese Adán que, según admiten ahora, jamás existió.
El pecado original significa que, desde el momento de nuestro nacimiento, somos malvados, corruptos, estamos condenados. A menos que creamos en su Dios. O a menos que nos cuelen lo del palo del infierno y la zanahoria del cielo. Esta, señoras y caballeros, es la repugnante teoría que les lleva a concluir que fue el ateísmo lo que convirtió en monstruos a Hitler y Stalin. Todos somos monstruos salvo que Jesús nos redima. Que teoría más vil, depravada, inhumana en la que basar nuestra vida.
Ratzinger es un enemigo de la humanidad.
Es un enemigo de los niños, de cuyos cuerpos ha permitido que se abuse, y cuyas mentes él ha animado a infectar de culpabilidad. Es vergonzosamente patente que la Iglesia está menos preocupada por proteger a los cuerpos de los niños de quienes abusan de ellos que por salvar a los sacerdotes del infierno; y lo que más le preocupa es salvar la reputación a largo plazo de la propia Iglesia.
Es un enemigo de los homosexuales, a quienes trata con la intolerancia fanática que la Iglesia antes reservaba para los judíos.
Es un enemigo de las mujeres, a quienes mantiene alejadas del sacerdocio como si el pene fuera una herramienta esencial para el ejercicio de los deberes pastorales. ¿A qué otro patrón se le permite una discriminación en razón del sexo cuando se trata de un empleo que es evidente que no requiere ni fuerza física ni ninguna otra cualidad que pudiera atribuirse en exclusiva a los varones?
Es un enemigo de la verdad, difundiendo mentiras flagrantes como que los preservativos no protegen del SIDA, especialmente en África.
Es un enemigo de los más pobres del planeta, a quienes condena a tener grandes familias que no pueden alimentar, manteniéndolos así esclavos de la pobreza perpetua. Una pobreza que encaja mal con la obscena riqueza del Vaticano
Es un enemigo de la ciencia, pues pone impedimentos a la investigación con células madre, basándose, no en cuestiones morales, sino en supersticiones pre científicas.
A un nivel menos serio, desde mi punto de vista, Ratzinger incluso es enemigo de la propia Iglesia de la Reina, pues respalda de forma arrogante a un predecesor que calificó las órdenes anglicanas como «absolutamente inválidas y totalmente vacuas», a la vez que intenta, descaradamente, arrebatarle curas anglicanos para reforzar su propio clero, en penoso declive.
Por último, y lo que a mí personalmente quizá me preocupe más, es un enemigo de la educación. Dejando de lado el daño psicológico de por vida, causado por la culpabilidad y el miedo, que tan mala fama le ha dado a la educación católica en todo el mundo, él y su Iglesia promueven la doctrina, perniciosa para la educación, de que la evidencia representa una base menos fiable para la creencia que la fe, la tradición, la revelación y la autoridad– su autoridad.

Etiquetas: Ateísmo, Cristianismo

publicado por Fernando G. Toledo
Enlace permanente ¤ 46 comentarios

martes, 25 de mayo de 2010

MANUAL DEL ATEO

Lunes, 26 de abril de 2010
Manual de ateos
Por Sonia Catela
"No hay secciones de Ateología en las bibliotecas, como las que se destinan a libros sobre religiones", constata Michel Onfray, filósofo de cabecera al emprender el rastreo de una genealogía: ¿quién, real e históricamente, fue el primer ateo que se ocupó de la inexistencia de éste, aquél y todo dios? Hombre, sí, ya que no se consignan féminas en estos relevamientos. Tal ausencia puede originarse en que la historia se escribe sobre puntas de iceberg elegidas por los historiadores, a menudo de forma caprichosa (Brecht). O bien debido a que tales mujeres no pudieron asomar la nariz a espacios públicos más allá de las hogueras donde se las incineraba por brujería. Si bien los candidatos a fundador de la Ateología abundan, Jean Meslier, sacerdote francés, puso la piedra inaugural. En su Testamento (1729), encaró una filosofía materialista iniciática, compartiendo "demostraciones evidentes de la falsedad de todas las divinidades y religiones del mundo". Para adentrarnos en su construcción no basta apelar a la afirmación extramediática de Meslier: "Todos los grandes de la tierra y todos los nobles sean ahorcados y estrangulados con intestinos de cura", ya que cualquier vecino de barrio pudo destilar la amenaza. Pero Meslier escribe, el primero: ¿Dónde está este Ser que se supone así haber creado todos los demás seres, y ser el más poderoso de todos. ¿Dónde habita, dónde se retira? ¿Qué hace, después de haber creado todos los seres? ¡No se le ve, no se le percibe, no se le conoce en ninguna parte! ¿Quién podría ser, pues, este Ser que no se encuentra en el rango de los seres, entre los seres, y que sin embargo habría dado el ser a todos los seres? Esto es lo que falta explicar en el sistema de la creación, puesto que nadie tiene ningún conocimiento particular e inteligible de este Ser? Un debut que precedió sesenta años a la revolución francesa y bastante anterior a la proclamación de que "Dios ha muerto". Aunque Onfray rebate ese deceso: "Dios no está muerto ni agonizante como pensaban Nietzche y Heine. Ni muerto ni agonizante porque no es mortal. Las ficciones no mueren, las ilusiones tampoco". Sin embargo, desde varios ángulos se echan paladas de tierra sobre esa sepultura virtual. El segundo de los adelantados, Julien Offray de La Mettrie, médico y filósofo, avizoró desde un alto mástil, 1745, tierras donde más tarde desembarcaría el evolucionismo (1): "¿Qué era el hombre, antes de que se inventaran las palabras y se conocieran las lenguas? Un animal de su especie, el cual, (...) no se distinguía del mono y de los restantes animales". "El hombre no está formado de un barro más precioso, pues la naturaleza no ha empleado más que una sola y misma pasta, de la que únicamente ha variado los fermentos". "Las palabras, las lenguas, las leyes, las ciencias y las bellas artes llegaron. El hombre (...) adquirió el conocimiento simbólico (...) ¡simple mecánica de nuestra educación! Pero nacer con inteligencia e instinto moral y ser tan sólo un animal, no es más contradictorio que ser un mono o un loro".

La Mettrie desinmortalizó al alma: "Es una palabra vacía a la que no corresponde ninguna idea, y que los hombres razonables usan para referirse a la parte pensante que hay en nosotros. El alma es un principio de movimiento o una parte material sensible del cerebro, resorte principal de la máquina, con influencia visible sobre los demás".

También descargó su análisis demoledor sobre las religiones: "el universo nunca será dichoso, a menos que sea ateo". "Si el ateísmo estuviera ampliamente difundido, todas las ramas de la religión serían cortadas de raíz. ¡No más guerras teológicas, ni más soldados de la religión, esos soldados terribles!".

Perseguido por sus escritos en distintos países, acabó exiliado en Prusia. Todas sus obras se mandaron a la hoguera.

Holbach, otro precursor, autor del libro Contagio de lo sagrado, (que recibió condena al fuego por parte del Parlamento de París junto a seis obras más en 1770), describe a la divinidad en términos políticos (2): "Un dios salvaje, anunciado como el tirano del género humano, como el amo del mundo, como su legislador y su rey, como el árbitro de sus destinos...". Y: "La religión no vincula el favor de este monarca inconcebible más que al olvido de la razón, el odio del placer, y sobre todo, a la ignorancia sumisa". También acusa: "Calumnias, cadenas y hogueras son el castigo que la impostura triunfante reserva para los que se atreven a rasgar el velo que cubre los ojos de los mortales".

En este fisgoneo de los Adanes de la anticreación, apuntemos que después de años de vacilaciones recién en 1793 se puso bajo la guillotina la cabeza del rey francés, haciendo correr la sangre nada menos que el representante de Dios en la tierra; simbólicamente, en la conciencia colectiva se asimiló a derramar la sangre de Dios, asesinarlo; un sacudón mundial grado 100 en la escala Richter. Ahí se lanza Nietzche en La Gaya Ciencia: "Un loco, linterna en mano a pleno día, corría gritando: ¡Busco a Dios! La gente, que no creía en Dios, le decía regocijada: ¿Se perdió? ¿Se escondió? ¿Nos tiene miedo? ¿Emigró? El loco: Ustedes y yo lo matamos. ¿Todavía hay un arriba y un abajo? ¿No erramos en la nada infinita? ¿No hace más frío, no se oscurece más? ¡Dios ha muerto! Y todos los muertos se descomponen ¿Quién borrará de nosotros esta sangre?..." ¿De qué sirven estas iglesias sino de tumbas de Dios?

Por su parte Feuerbach (1841) da vuelta los dados cósmicos y dice que el hombre es quien creó a Dios, no a la inversa. Desde el psicologismo explica (3): "Lo que antes se creía y se adoraba como Dios, se sabe ahora que es algo humano". Se inventa una potencia dotada de las cualidades opuestas: ¿Soy mortal? Dios es inmortal. ¿Soy finito? Dios es infinito. ¿Soy limitado? Dios es ilimitado. ¿No lo puedo todo? Dios es omnipotente.

"Dios se preocupa de mí; Dios quiere mi felicidad, mi salvación; él quiere que yo sea feliz; pero lo mismo quiero yo también, luego mi propio interés es el interés de Dios, mi propia voluntad es la voluntad de Dios, mi propio objeto es el objeto de Dios. El amor de Dios hacia mí no es más que mi amor a mí mismo divinizado".

Y concluimos con Sylvain Maréchal, autor de obras escandalosas (Almanaque de las personas honradas, Diccionario de ateos), del que apenas si podremos beber, en esta barra, una ración de su texto político Manifiesto de los iguales, 1796: "La revolución francesa es sólo la precursora de una revolución mucho más grande, más solemne, y que será la última. El pueblo ha pisoteado el cadáver de los reyes y los curas que se aliaron contra él: hará lo mismo con los nuevos tiranos, con los nuevos políticos mojigatos sentados en el lugar de los antiguos.

¿Que qué necesitamos además de la igualdad de derechos? Necesitamos que esa igualdad no sólo esté escrita en la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano; la queremos entre nosotros, bajo el techo de nuestras casas".

¿Cuál es la razón de un manual de ateos? La paradoja de que una indemostrable fe personal se imponga de manera obligatoria y reglamente nuestras conductas cotidianas: "Mi ateísmo se enciende cuando la creencia privada se convierte en asunto público y cuando, en nombre de una patología mental personal, se organiza el mundo también para el prójimo", apunta Onfray. Aún está fresca aquella amenaza del obispo Antonio Baseotto, quien sugirió en 2005 "tirar al mar" al ministro de salud Ginés González García por entender éste que la interrupción del embarazo debe dejar de penarse por ley. Reminiscencias de cuando se desaparecía a argentinos arrojándolos al río de la Plata desde helicópteros, casualmente durante la gestión castrense del sacerdote.

Onfray remarca con amargura que la bibliografía de los precursores de la ateología es prácticamente inasequible. Y que tampoco se encuentra en las universidades, ni se le destinan tesis, trabajos de investigación, ediciones o tan siquiera una biografía. Si bien Onfray critica esas lagunas, en su propio libro no brinda el menor fragmento de los autores que analiza, una ausencia que se lamenta dada la tremenda dificultad de acceso a ese material.

(1) El hombre máquina. (2) Sistema de la naturaleza. (3)La esencia del cristianismo.

soniacatela@yahoo.com.ar

Nota periodisticas

Ver nota en www.pagina12.com.ar

El país | Lunes, 24 de mayo de 2010
Una especialista en sociología de la religión explica la relación de los políticos con el Tedéum
“Cuestionan su propia legitimidad”
La investigadora del Conicet Verónica Giménez sostiene que en Argentina “nunca se llegó a separar la Iglesia del Estado” y advierte que la apuesta de dirigentes opositores por “politizar una ceremonia religiosa” pone en duda “su propia constitución como políticos”.

El cardenal Jorge Bergoglio encabezará la ceremonia en Capital, mientras CFK estará en Luján.Por Laura Vales
Misterio patrio: ¿por qué parece tener tanta importancia el Tedéum? La socióloga Verónica Giménez ofrece algunas ideas para develar el enigma. Investigadora del Conicet y especialista en sociología de la religión, cuenta qué pasó en nuestra historia para que la imagen del obispo al lado del gobernante en los festejos del 25 de Mayo se naturalizara. También asegura que no hay antecedentes de lo que sucederá este año, cuando mañana los representantes de la oposición vayan a un Tedéum y el Gobierno a otro.

–Antes que nada, ¿somos un país laico?

–Es una cuestión difícil de responder, porque no hay una definición de país laico, sino modelos de países laicos. Un modelo clásico es el de Francia, que después de la revolución de 1789 construyó el Estado con una institucionalidad paralela y en contra de la institucionalidad católica; allí todas las celebraciones de la República se hacen en un espejo con las de la Iglesia. Entre nosotros tenemos países latinoamericanos muy laicos, como México después de la revolución mexicana, y Cuba. Está también el caso de Uruguay, donde, sin mediar una revolución, entre 1917 y 1919 se sancionó la separación de la Iglesia del Estado. En ese marco, yo diría que Argentina no es un país laico.

–¿Qué países entrarían en el modelo de país religioso?

–Irán, Arabia Saudita, Israel.

–Desde lo estrictamente formal, constitucional, ¿qué seríamos?

–No nos definimos como país laico, pero tampoco como un Estado religioso. No está sancionada constitucionalmente una relación entre algún poder religioso y el Estado, aunque hay una mención general a que el gobierno federal sostendrá a la Iglesia Católica. Lo que tenemos desde 1930 es un desarrollo histórico que no va en el sentido de un país laico. Se da una relación muy fuerte entre la Iglesia y el Estado, entre la Iglesia y los políticos, o las Fuerzas Armadas, que permanentemente buscan legitimarse unos a otros: la Iglesia busca que el Estado le otorgue determinados favores, como un lugar preponderante en las políticas de educación y de salud, y los políticos buscan legitimidad extrapolítica a través de la Iglesia.

–El kirchnerismo y la Iglesia se enfrentan en cada Tedéum. ¿Qué tensiones se expresan en esos debates?

–Son tensiones entre el poder político y el religioso que en la Argentina se han dado recurrentemente. No es sólo con este Gobierno; el primero que no fue a un Tedéum, y además fue a una celebración protestante, fue Roca, a quien recordamos bastante mal por algunas cosas. Es que para la manera de ver el mundo del liberalismo, la Iglesia era una suerte de resabio medieval que debía quedar atrás... Igual que lo que pensaban sobre los pueblos originarios. Roca fue el primero, Perón tampoco fue. Todos los Tedéum expresan de alguna manera una tensión, porque lo que hace en el Tedéum el obispo de Buenos Aires es hablarle al presidente para indicarle cosas sobre su rumbo. Esto nace de que la Iglesia se piensa a sí misma como preexistente a la Nación y, por lo tanto, se siente más legitimada para decir cuál es el destino del país que los mismos gobiernos, incluso los democráticos. Por eso es que la institución Iglesia Católica ha estado durante el siglo XX tan en consonancia con las Fuerzas Armadas, que tienen esa misma manera de pensarse, como preexistentes a la Nación.

–La repercusión que tiene el Tedéum en la Argentina, ¿se repite en otros países latinoamericanos?

–No tanto. En Argentina, la relación entre Iglesia Católica y política es singular, en parte, por la fuerza que tuvo un movimiento del catolicismo, el catolicismo integral, que se propone abordar todo lo que pase en el Estado para conquistarlo con personal católico, con laicos católicos. Esto no se dio tanto en otros países de Latinoamérica donde el indicador Tedéum no es tan importante.

–¿Cuándo llegó el catolicismo integral?

–Tiene sus raíces en la década de 1920, y empieza a crecer en 1930. Antes de 1930, pasada la época colonial, la figura típica de un obispo al lado de un gobernante en los actos oficiales no existía. El liberalismo no permitía esta presencia eclesiástica al lado del poder político. Con todas las críticas al país que construyó, el liberalismo de aquella época también fue el que sentó las bases de las instituciones separadas de la Iglesia, como el matrimonio civil. Los cementerios se secularizaron, el control de los nacimientos y de las muertes también. Eso sentó las bases de lo que debería haber sido un Estado laico como el de Uruguay, pero sin embargo aquí nunca se llegó a separar la Iglesia del Estado. Luego, en los años ’30 y sobre todo en los ’40, el catolicismo llegó a tener una fuerza que hizo que cualquier separación fuera impensable.

–Los medios dan al Tedéum una gran cobertura. ¿La Iglesia Católica tiene un peso en la sociedad que justifique esa atención?

–En la Argentina hay un 76 por ciento de católicos, pero este 76 por ciento no hace todo lo que la Iglesia pretende que la gente haga. Lo que tiene la Iglesia es otra cosa: una relación privilegiada con el poder político. Fijate que cada vez que está por salir una ley que la Iglesia considera que vulnera sus intereses o valores, el obispo de cada diócesis le escribe una carta al senador de la provincia para sugerirle cómo votar. Esto pasó cuando se discutió la ley de salud reproductiva y sucede permanentemente. Si un obispo se siente como para presionar al poder político, es también porque la Iglesia tiene una muy extensa red de personal que no tiene casi ninguna otra institución en el país.

–Al comenzar esta entrevista, decía que la Constitución garantiza un sostén estatal a la Iglesia Católica. ¿A quiénes paga?

–A los obispos, a los seminaristas y a los curas de frontera. A los seminaristas les da una beca, a los obispos un sueldo mensual que en un momento estaba equiparado a los jueces, y los curas de frontera perciben otro ingreso. La católica es la única religión que recibe ese subsidio para sus pastores.

–La oposición va a un Tedéum y el Gobierno a otro, ¿hubo antecedentes de esto?

–No que yo recuerde. Es interesante ver que esta interpelación entre Iglesia y partidos políticos es tal que hace que dirigentes de la oposición consideren que yendo a un Tedéum se puede politizar una ceremonia religiosa. Yo creo que lo que hacen es cuestionar su propia legitimidad política, porque fueron elegidos por los votos: hay algo de su propia constitución como políticos que están poniendo en duda y esto, en un país democrático, es peligroso.

–La Presidenta concurrirá a otro Tedéum.

–Eso reafirma el lugar de privilegio de la Iglesia Católica. En el país hay un 10 por ciento de evangélicos y un 11 por ciento de personas que no tienen religión. Lo que se hace con esta multiplicación de los Tedéum es dar nuevamente a la Iglesia Católica el lugar de “la” religión. Al haber más de un Tedéum, por otra parte, la Iglesia se adapta a las distintas clientelas. Si sos progresista, tenés un obispo progre que te hace un Tedéum; si sos más conservador, tenés otro más conservador que hace otro Tedéum. Una celebración interreligiosa sería una mejor representación de nuestra pluralidad.


© 2000-2010 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Todos los Derechos Reservados

lunes, 22 de febrero de 2010

León Ferrari. Civilización occidental y cristiana

León Ferrari. Civilización occidental y cristiana